EL CUARTO MANDAMIENTO

1. LA SEÑAL DE LIBERTAD

El cuarto mandamiento, la ley del sabbat, es importante en términos de su significación profética, tanto como de su estatus legal. Kline, al hablar sobre la formulación deuteronómica de la ley, dice:
La más significativa de las variaciones de la forma del Decálogo según se presenta en Éxodo 20: 2-17 es la nueva formulación de la cuarta palabra. El ciclo sabático de la vida del pacto simboliza el principio de consumación característico de la acción divina. Dios obra, realiza su propósito y, regocijándose, reposa.
Éxodo 20: 11 se refiere a la exhibición del patrón de consumación en la creación como el modelo original del sabbat; Deuteronomio 5: 15 se refiere a su manifestación en la redención, en donde el triunfo divino es tal como para llevar también a su reposo a los elegidos de Dios. De lo más apropiado, por consiguiente, se designó al sabbat como una señal del pacto de Dios con el pueblo que redimió de la esclavitud de Egipto para que heredaran el descanso de Canaán (Éx 31: 13-17).
Siguiendo la interpretación deuteronómica del sabbat en términos del progreso del propósito redentor de Dios se halla la orientación del Nuevo Testamento del sabbat al triunfo de la resurrección del Salvador por el cual sus redimidos obtienen con él descanso eterno.

EL PATRÓN DEL SABBAT ES EL DESCANSO DE LA CREACIÓN DE DIOS; EL OBJETIVO DEL SABBAT ES EL DESCANSO DE REDENCIÓN DEL HOMBRE.

No hay historial o evidencia del sabbat antes de Éxodo. La palabra «acuérdate » en el mandamiento se remonta hasta la creación y no rememora una observación pasada sino que ordena al pueblo que recuerden el sabbat de ahí en adelante.
Un día semanal de descanso es algo desconocido en otras culturas. Solo donde la fe y cultura bíblica lo han llevado, existe hasta hoy. En algunas culturas del mundo antiguo, un día ocasional de descanso marcaba la celebración del nacimiento del rey divino-humano.
Pero el concepto bíblico de un descanso de redención como objetivo de la historia, o sea, un orden perfecto en el cual el trabajo es totalmente bendecido, y el orden es por entero hechura de Dios, es desconocido fuera de la fe bíblica. Dios, hablando por Isaías, declaró: «Pero los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos» (Is 57:20, 21).
El mundo de los no regenerados está en búsqueda perpetua del sabbat, del glorioso descanso de creación, pero su contraproducente búsqueda lleva solo a mayores problemas: arroja «cieno y lodo».
El sabbat no es una limitación de la libertad del hombre, sino más bien la liberación del hombre.

EL SABBAT AFIRMA EL PRINCIPIO DE LIBERTAD BAJO DIOS, DE LIBERTAD BAJO LA LEY, LA LEY DE DIOS.

Llama al hombre a obedecer la ordenanza del reposo a fin de libertarlo de sí mismo y de este trabajo. La esencia de la ideología humanística es la creencia de la capacidad plenaria del hombre. El hombre es capaz, se aduce, de salvarse a sí mismo, de guiar su propia evolución y la de la sociedad, de controlarse a sí mismo, su mundo, el clima y todo lo demás.
Cuando el hombre controla y reordena todas las cosas, entonces el hombre habrá recreado al mundo en un paraíso. Sea marxista, fabiana o democrática, este es el sueño de la filosofía humanística.
Es también la seguridad de la proletarización del hombre. Como Pieper notó, «el proletario es el hombre que está encadenado al proceso del trabajo». Los líderes de la rebelión proletaria sueñan con libertar del trabajo al hombre. Para ellos, esto significa también libertar de Dios al hombre. Según Stalin, Si Dios existe, debe haber ordenado la esclavitud, el feudalismo y el capitalismo.
Debe querer que la humanidad sufra, como los monjes siempre me lo decían. Entonces las masas trabajadoras no tendrían esperanza de librarse de sus opresores. Pero cuando aprendí que no hay Dios, supe que la humanidad puede abrirse camino a la libertad.
Si no hay Dios, opinaba Stalin, no hay providencia divina, y el hombre debe esforzarse por llegar a ser su propia providencia. El gobierno total de Dios tendría que ser reemplazado por el gobierno total del hombre. Esto quiere decir tremendo esfuerzo y sacrificio. El resultado final sería el hombre liberado e ideal.
Cada hombre, predijo Stalin, se desarrollaría bajo el socialismo al punto en que él y todos sus semejantes superarían a los gigantes del pasado pre socialista, tales como Miguel Ángel o Goethe. Sin embargo nada suena menos a Miguel Ángel o Goethe que estos indicios de Stalin acerca de la condición ideal futura del hombre.
Los hombres del futuro fueron en verdad lo que Stalin se propuso asemejar al Nuevo Hombre Soviético de su día: obreros y otros héroes estajanovistas que trabajaban duro, totalmente consagrados, totalmente desprendidos, totalmente modestos y totalmente sumisos. El mundo iba a ser transformado en lo que la ideología comunista del día de Stalin decía que debería ser. Y eso era esencialmente la Rusia de Stalin, más evidente, esparcida por todo el mundo, próspera al fin y libre de todos excepto de los que obedecían voluntaria y perfectamente las leyes perfectas del comunismo.
Stalin, en el curso de su búsqueda del verdadero sabbat, del verdadero reposo del hombre, hizo dos cosas: primero, esclavizó a más hombres que cualquier otro tirano en toda la historia; y, segundo, hizo matar a más hombres que cualquier otro hombre en toda la historia. Los esfuerzos del hombre por entrar al cielo en sus propios términos lo colocan más bien en el infierno.
Ahora, para examinar de manera más específica las leyes del sabbat, es de inmediato evidente que, en tanto que el principio del sabbat sigue siendo básico a la ley bíblica, la forma específica de la observancia del sabbat cambió radicalmente en términos del nuevo pacto en Cristo.
Primero, el sabbat en la ley del Antiguo Testamento no era primordialmente un día de adoración sino un día de descanso. El patrón de la adoración semanal no existía en la ley del Antiguo Testamento. La sinagoga lo introdujo en el periodo intertestamentario, y el Nuevo Testamento claramente lo practicó y lo promovió (He 10:25).
En el Antiguo Testamento la adoración se centraba en la familia, y estaba entretejida en la trama de la vida diaria. Todavía debería ser integral así en la vida común del hombre, pero ahora hay también el deber de la adoración colectiva.
Esta adoración colectiva no puede, sin embargo, confundirse ni igualarse con reposo, aunque las dos cosas están estrechamente asociadas. El descanso tiene referencia aquí a la realidad soteriológica, al hecho de la redención, liberación y totalidad de la vida.
Reposo aquí significa confianza en la obra de Dios, cesar de nuestras labores en expresión simbólica de nuestra confianza total en los logros de Dios. El maná en el desierto establecía el descanso de Dios, y la orden de observar el sabbat con confianza en la suficiencia del maná reforzaba este hecho de la provisión de Dios. Cuando un Dios así obra, el hombre puede y debe descansar (Éx 16:14-36).
Segundo, varias leyes obligaban al reposo en el sabbat. No era adoración lo que las leyes exigían, sino reposo. La ley general era que no se debía hacer ningún trabajo en el sabbat (Éx 34: 21; Dt 5: 12-15; Éx 20: 8-11; Lv 23: 3; Jer 17: 22). Se debían cerrar las puertas (Neh 13: 19). «Estése, pues, cada uno en su lugar, y nadie salga de él en el séptimo día» (Éx 16: 29).
No había que cargar a los asnos (Neh 13: 15), ni llevar cargas (Jer 17: 21, 22), ni encender fuego (Éx 35: 3), ni recoger gavillas (Neh 13: 15), ni recoger leña (Nm 15: 32-35), ni llevar mercancía o comestibles (Neh 10: 31) ni vender (Neh 13: 15), ni pisar uvas en el lagar (Neh 13: 15).
Sin embargo, se podía salvar una vida en el sabbat (Mr 3: 4; Lc 6: 9), puesto que la redención es la esencia del sabbat. Esto puede significar sanar al enfermo (Mt 12: 10-13; Mr 3: 1-5; Lc 14: 3,4; 6: 8-10; 13: 14-16; Jn 7: 23), ni rescatar a un animal que ha caído en una zanja (Mt 12:11; Lc 14:5).
Puesto que aliviar el hambre es parte de la redención, es propio que el que tiene hambre «arranque espigas y coma» en el sabbat (Mt 12: 1-8; Mr 2: 23-28; Lc 6:1-5), y lo mismo es verdad en cuanto a la sed, de manera que al animal sediento se le puede llevar al agua en cumplimiento del sabbat (Lc 13: 15).
Puesto que la redención significa derrotar a los enemigos de Dios, los macabeos llegaron a la conclusión lógica de que estaba en conformidad con el sabbat oponerse a los ataques del enemigo (1 Mac 2:41). Estas leyes dejan en claro que la esencia del sabbat es el reposo por la victoria de la redención.
El Magnificat de María, debido a que celebra la redención por medio del Mesías, es en esencia un canto del sabbat, y con propiedad forma parte de la adoración en el sabbat:
Engrandece mi alma al Señor; Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.
Porque ha mirado la bajeza de su sierva; Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones.
Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre, Y su misericordia es de generación en generación A los que le temen.
Hizo proezas con su brazo; Esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones.
Quitó de los tronos a los poderosos, Y exaltó a los humildes.
A los hambrientos colmó de bienes, Y a los ricos envió vacíos.
Socorrió a Israel su siervo, Acordándose de la misericordia De la cual habló a nuestros padres,
Para con Abraham y su descendencia para siempre (Lc 1: 46-55).
Tercero, no hay ni rastro de mantenimiento de las penas del sabbat en la iglesia después de la Resurrección. Debido a que los primeros discípulos y miembros eran judíos, continuaron por un tiempo observando el sabbat del Antiguo Testamento (Hch 13: 14-26; 16: 11-13; 17: 2, 3; 18: 1, 11).
Pero el día cristiano de adoración fue el primer día de la semana, el día de la resurrección tanto como de Pentecostés (Mt 28: 1; Mr 16: 1, 2, 9; Lc 24: 1; Jn 20: 1-19; Hch 20: 6-8; 1ª Co 16: 1, 2).
Muchos clérigos reformados parecen dar por sentado que la única ley de las Escrituras es la observancia del sabbat. Claro, esto no se deriva de Calvino, quien sostenía, en su «Catecismo de las Iglesias de Ginebra», que;
M. ¿Nos ordena él trabajar seis días, para que podamos descansar en el séptimo?
S. Absolutamente no; pero al permitir al hombre seis días para trabajar, exceptúa el séptimo, para que se pueda dedicar al reposo.
M. ¿Nos prohíbe todo tipo de trabajo?
S. Este mandamiento tiene una razón separada y peculiar. Como la observancia del reposo es parte de las antiguas ceremonias, quedó abolido con el advenimiento de Cristo.
M. ¿Quieres decir que este mandamiento propiamente se refiere a los judíos, y que fue, por consiguiente, temporal?
S. Así es, porque es ceremonial.
M. ¿Qué, entonces? ¿Hay algo más aparte de la ceremonia?
S. Fue dado por otras razones.
M. Dímelas.
S. Como figura del reposo espiritual, para la preservación de los procedimientos eclesiásticos y para alivio de los esclavos.
M. ¿Qué quieres decir con reposo espiritual?
S. Cuando observamos un día feriado, sin trabajar, para que Dios pueda realizar su obra en nosotros.
M. ¿Cuál, además, es el método de guardar el día feriado?
S. Crucificar nuestra carne; es decir, renunciar a nuestras inclinaciones para que nos pueda gobernar el Espíritu de Dios.
M. ¿Es suficiente hacerlo en el séptimo día?
S. No, continuamente. Después de haberlo empezado una vez, debemos continuar durante toda la vida.
M. ¿Por qué, entonces, se designa cierto día como figura?
S. No hay necesidad de que la realidad concuerde con la figura en todo respeto, siempre y cuando sea apropiado según lo exige el propósito de la figura.
M. Pero, ¿por qué se prescribe el séptimo día en vez de cualquier otro día?
S. En las Escrituras el número siete implica perfección. Es, por consiguiente, apto para denotar perpetuidad. Indica, al mismo tiempo, que este reposo espiritual apenas empieza en esta vida, y no estará perfecto sino cuando salgamos de este mundo.
M. Pero, ¿qué quiere decir cuando el Señor nos exhorta a reposar según su ejemplo?
S. Habiendo terminado la creación del mundo en seis días, el Señor dedicó el séptimo a la contemplación de sus obras. Para estimularnos más a esto, puso ante nosotros su propio ejemplo. Porque nada es más deseable que ser formados a su imagen.
M. Pero, ¿debe la meditación en las obras de Dios ser continúa, o es suficiente que se dedique a eso un día de cada siete?
S. Nos conviene ejercitarnos diariamente en esto, pero debido a nuestra debilidad, se designa de manera especial un día. Y este es el procedimiento que mencioné.
M. ¿Qué orden, entonces, se debe observar en ese día?
S. Que las personas se reúnan para oír la doctrina de Cristo, para dedicarse a la oración pública, y para hacer profesión de su fe.
M. Ahora, explícame lo que quieres decir al decir que el Señor propuso que su mandamiento provea también el alivio de los esclavos.
S. Que también se dé algo de relajación a los que están bajo el poder de otros. No, esto, también, tiende a mantener un procedimiento común.
Porque cuando se dedica un día al reposo, todos se acostumbran a trabajar durante los demás días.
M. Veamos ahora hasta qué punto este mandamiento se refiere a nosotros.
S. Respecto a la ceremonia, sostengo que fue abolida, porque la realidad existió en Cristo (Col 2:17).
M. ¿Cómo?
S. Porque, en virtud de su muerte, nuestro viejo hombre es crucificado, y somos resucitados a una vida nueva (Ro 6:6).
M. ¿Qué del mandamiento, entonces, queda para nosotros?
S. No descuidar las santas ordenanzas que contribuyen al régimen espiritual de la iglesia; sobre todo al frecuentar las asambleas sagradas, oír la palabra de Dios, celebrar los sacramentos y participar en las oraciones regulares, como se ordena.
M. Pero, ¿no nos dan nada más la figura?
S. Claro que sí. Debemos prestar atención a lo que eso significa; es decir, que al ser injertados en el cuerpo de Cristo, y hechos sus miembros, cesamos de nuestras propias obras, y así nos entregamos al gobierno de Dios.
San Pablo fue enfático al decir que las regulaciones del sabbat ya no tenían su antigua fuerza obligatoria: «Nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo» (Col 2: 16, 17). Nadie va a decir que la antigua pena de muerte por las violaciones del sabbat sea todavía obligatoria, o que lo haya sido desde Cristo. Todo el Nuevo Testamento prohíbe tal interpretación.
Pero, con igual claridad, toda ley que en un tiempo resultaba en pena de muerte por violación debe incluir un principio tan básico para el hombre y la naturaleza que sea obvio que tenga un núcleo central firme que permanece en algún sentido obligatorio en toda edad. (En otro capítulo, se considerará esto).
Cuarto, no solo que se alteró el estatus legal del sabbat, sino que el día de reposo ha sido cambiado del sabbat hebreo al día cristiano de resurrección. La ley deuteronómica (Dt 5: 12-15) dejaba en claro que el sabbat hebreo celebraba la liberación de Egipto: «Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo» (Dt 5: 15).
La redención hebrea se celebraba en el sabbat; el sabbat cristiano conmemora el triunfo de Cristo sobre el pecado y la muerte, y de aquí que se celebra en el día de resurrección, el primer día de la semana. Rechazar este día es rechazar la redención de Cristo y buscar salvación por otra manera inadmisible.
Quinto, el sabbat hebreo y el sábado moderno no es lo mismo. Como Curtis Clair Ewing ha mostrado claramente, el calendario de Israel no permite tal identificación.
El calendario de Israel en Sinaí era un calendario solar, y no se debe confundir con el calendario moderno judío solar-lunar del año 359 d. C. Ewing ha llamado la atención a una desdichada traducción a veces de «luna» por «meses», produciendo así algo de confusión. En las Escrituras se hablan de tres sabbats: el sabbat de la creación; el sabbat hebreo, que conmemoraba la liberación de Egipto; y el sabbat cristiano, que «se observa en conmemoración de la resurrección concluida de Cristo y es el único sabbat que permanece». Como Ewing destaca, el cuarto mandamiento ordena la recordación, porque rememora el sabbat de la creación, el reposo de Dios, como patrón del reposo del pacto:
Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas.
Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó (Éx 20:8-11).
En Deuteronomio no se les ordena acordarse, puesto que no tiene en la vista el patrón del sabbat de la creación, sino que se les ordena guardar el sabbat, en conmemoración de la liberación de Israel de Egipto:

GUARDARÁS EL DÍA DE REPOSO PARA SANTIFICARLO, COMO JEHOVÁ TU DIOS TE HA MANDADO.

Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo a Jehová tu Dios; ninguna obra harás tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ningún animal tuyo, ni el extranjero que está dentro de tus puertas, para que descanse tu siervo y tu sierva como tú.
Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo (Dt 5:12-15).

DEBIDO A LA LIBERACIÓN DE EGIPTO, ISRAEL DEBE «POR CONSIGUIENTE» GUARDAR EL SABBAT.

El alcance del reposo requerido se define más específicamente en Deuteronomio.
El calendario hebreo empezó su fechado desde la liberación de Egipto. Como Ewing destaca, los hebreos retuvieron el calendario egipcio de doce meses de 30 días, pero, en lugar de añadir cinco días suplementarios al final del año, añadían tres al final del sexto mes, y dos al final del decimosegundo mes. El día 15 de abib, el primer mes, tenía que ser un sabbat todos los años, lo que quería decir que el primero y 8 de abib eran sabbat fijos, así como también los siete sabbats que siguen al 15 de abib (Lv 23:6, 7, 11, 15-16).
El día quincuagésimo entonces sería Pentecostés:
Ahora siendo el sabbat del 15 de abib fijo por fecha, se sigue que los siete sabbat sucesivos también deben haber caído en fechas fijas y sería como sigue: 22, 29 de abib; 6, 13, 20, 27 de iyar, y 4 de siván. Por ninguna posibilidad puede haber siete sabbats completos desde el 15 de abib hasta el 4 de siván, a menos que esos sabbat cayeran en fechas fijas del mes todos los años.
Puesto que la fecha del mes era constante, el día de la semana era variable. «Esto quiere decir que una vez en siete años cada uno de ellos caería en un día particular de la semana, tal como tu cumpleaños cae en un día diferente de la semana todos los años». Para citar más a Ewing:
Pero eso no es todo. Según Éxodo 12: 3, 5, 6 y 24 y Levítico 23: 15, el 10, el 14 y el 16 de abib nunca podían ser sabbats, porque eran días de trabajo por mandamiento específico: trabajo real como limpiar la casa, matar ganado y cosechar campos. Sabemos que estas fechas caían en sábado una vez cada siete años y si el sábado fuera el sabbat, habría un conflicto de mandamientos.
Habría tres fechas en las cuales a Israel se le ordena trabajar que caen cada siete años en días en los cuales a Israel se le ordena no trabajar. Sabemos que esto nunca sucedió, porque Dios no es autor de confusión.
Hemos ahora mostrado por las Escrituras, y el calendario que se revela allí, que los sabbats de Israel eran fijos para caer en las mismas fechas del mes todos los años. Cuando estos quince sabbats regulares caían en la misma fecha todos los años y los tres días en que se ordenaba trabajar caían en las mismas fechas cada año, es imposible que el sábado haya sido el sabbat.
Si el año tiene 365 días, y dividimos los 365 por 7, tenemos 52 semanas y sobra un día. La pregunta entonces es, ¿adónde iba el día extra? Eso fue absorbido por el sabbat de 48 horas en el 4 y 5 de siván según muestra Levítico 23: 15, 16 y 21. Esto cambiaba el día de la semana en el que se celebraba el sabbat cada año, pero también mantenía los sabbats fijos en el mismo día del mes y el ciclo de siete días.

NO HAY NADA EN LA BIBLIA QUE DETERMINE LA DURACIÓN DE UN SABBAT.

Las Escrituras usan la misma palabra para describir:
(1) un reposo de un día (Éx 20: 8-11; Dt 5: 12-15),
(2) un descanso de dos días (Lv 23: 15, 16, 21),
(3) un descanso de un año (Lv 25: 4, 8),
(4) un descanso de dos años (Lv 25: 8-12).
(5) un descanso de setenta años (2ª Cr 36: 21).
El significado de la palabra «sabbat» es cesación o reposo. Uno no puede descansar dos veces a menos que haya trabajado entre esos descansos. Este sabbat de 48 horas no eran dos descansos o dos sabbats sino una prolongación de un reposo o sabbat que duraba dos días.
Como ilustración, nótese que el reposo de la tierra durante la totalidad de cada año 49 y 50 no eran dos reposos de la tierra, sino un descanso de la tierra durante dos años completos, y de aquí un sabbat que duraba dos años una vez cada cincuenta años.
Igualmente, cuando Dios requirió «el séptimo sabbat» y «el día siguiente del séptimo sabbat» que sean ambos un sabbat, fue un sabbat de 48 horas porque no había trabajo entre ellos.
De igual manera, por ley de necesidad, sabemos que 3 días de los 5 días adicionales al fin del año se añadían al fin del mes de elul, porque hemos demostrado que el 1º de tisri tenía que ser un sabbat todos los años. El último sabbat de elul era el 27 del mes, dejando así 3 días más en el mes; pero, para tener seis días de trabajo antes de otro sabbat, tres días había que añadir.
De la misma manera sabemos que los 2 días restantes de los 5 días suplementarios se añadían al fin de adar. Hemos demostrado que el 1º de abib todos los años era un sabbat; pero el último sabbat de adar era el 26, lo que dejaba 4 días de los 30. Así, a fin de tener 6 días de trabajo antes del próximo sabbat, debemos insertar aquí 2 días extras de trabajo.
El documentado estudio de Ewing, citado aquí en su bosquejo básico, claramente establece que el esfuerzo de tener los sábados como verdaderos sabbats, aparte de no ser cristiano, no es bíblico en su variación radical del sabbat de Israel.
Sexto, el sabbat, como hemos visto, es el día de descanso, redención y liberación.
La gran proclamación del sabbat de jubileo es «pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores» (Lv 25:10). Pero la seguridad y «reposo» de la esclavitud podría constituir un seudo reposo.
La esclavitud puede ser involuntaria como castigo. Al ladrón que no hacía restitución se le vendía como esclavo (Éx 22:3). A un hombre se le podía vender por deuda (Dt 15:12). Como Clark anotó: «La servidumbre cesaba cuando se había desempeñado trabajo equivalente a la cantidad que se hubiera requerido para hacer restitución, y se piensa que había sido limitada a seis años».
Un hombre podía renunciar a su libertad y hacerse esclavo. Luego quedaba libre en el año sabático. Si prefería la seguridad de la esclavitud, se le perforaba la oreja, para indicar que ahora era como una mujer, permanentemente en sujeción, y seguía siendo esclavo (Éx 21:5-7). Puesto que los no creyentes son por naturaleza esclavos, se les podía tener como esclavos toda la vida sin esta formalidad (Lv 25: 44-45).
El amo podía azotar al esclavo (Éx 21:20; Dt 23: 15), pero si lo mutilaba por maltrato abusivo, el esclavo, doméstico o extranjero, quedaba libre (Éx 21: 26-27; Lv 24:17). Se les debía circuncidar (Éx 12:44; Gn 17:12), y podían comer cosas santas (Lv 22:10ss; Éx 12: 44). El esclavo tenía ciertos derechos y posición en el hogar (Gn 24:2); podía tener parte en la herencia (Pr 17: 2).

TENÍA EL DERECHO DE DESCANSAR EN EL SABBAT, COMO EL CUARTO MANDAMIENTO LO DICE CON CLARIDAD.

Puesto que el esclavo era, excepto cuando tenía que ver con deuda o robo, un esclavo por naturaleza y por decisión, el esclavo fugitivo quedaba libre, y estaba prohibida la devolución de tales fugitivos (Dt 23:15, 16).
Los cristianos no pueden hacerse esclavos voluntariamente; no deben convertirse en esclavos de los hombres (1 Co 7:23), ni estar «otra vez sujetos al yugo de esclavitud» (Gá 5:1). La seudoseguridad de la esclavitud, el socialismo y la beneficencia estatal le está prohibida al cristiano. El sabbat cristiano no es la esclavitud del socialismo.

2. EL SABBAT Y LA VIDA

Las penas de muerte asignadas a la violación del sabbat en la era del Antiguo Testamento conllevan dos presuposiciones muy obvias. Primero, la ley del sabbat incluye un principio tan importante y básico que la violación del mismo es delito capital. Segundo, la ley conlleva también el hecho de que la violación de las leyes del sabbat incluye una clase de muerte en sí misma y por sí misma, o sea, la violación produce muerte. Los profetas claramente indicaron esta presuposición. La obediencia, por implicación, significa vida.
Nuestra familiaridad con un asunto a veces equivale a ignorancia, porque no lo examinamos. Nos acostumbramos también a embutir los hechos en un marco de trabajo familiar para nosotros. Por esto, generaciones de maestros han citado, como ejemplo de humildad, la afirmación a un general romano en la marcha triunfal: «Recuerda que eres hombre». Pero la realidad fue muy diferente:
El triunfador era algo más bien diferente incluso del funcionario más alto del estado. En el triunfo al general romano se le otorgaba la insignia más alta que la antigua Roma poseía, los atributos del dios principal del estado, Júpiter.
Es cierto que el esclavo que sostenía la corona de oro sobre la cabeza del general triunfante mientras éste conducía en su carruaje tirado por cuatro caballos blancos tenía que repetirle: «Recuerda que eres hombre», pero eso solo significaba que en el momento de su triunfo al general se le consideraba como equivalente del dios principal del estado.
Para nosotros, estas palabras quieren decir: Recuerda, que eres humano, mortal; para los romanos querían decir: Recuerda que tú eres un dios. Así que, para entender algo, es importante saber el contexto.
Jesús dijo: « El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado» (Mr 2:27-28, NVI). El sabbat fue hecho para el hombre verdadero y perfecto, Jesucristo, que es por consiguiente Señor del sabbat; fue hecho, por consiguiente, también para los redimidos de Cristo, para el hombre del pacto, y como principio de vida y regeneración para él.

PARA ENTENDER EL SIGNIFICADO DE ESTO, TAL VEZ SEA NECESARIO HACER DOS COSAS.

Primero, recordar que el principal propósito del sabbat no es adoración sino descanso.
Solo cuando la adoración significa reposo y es refrescante para el hombre, como lo hace la verdadera adoración, es un aspecto necesario del descanso del sabbat.
Pero la esencia del sabbat es descanso. Segundo, vemos el sabbat en términos del hombre exclusivamente antes que del hombre centralmente, y como resultado, nos perdemos su significado. Al enfocar el sabbat desde el punto de vista de la tierra, podemos entender mejor su significado.
El mandamiento deja en claro que el día sabbat de descanso es para el hombre y la bestia por igual. Pero los detalles de la ley explican el hecho de que para la tierra misma se requería un año sabático. Los comentarios sobre este año sabático son interesantes. Según Galer, «la costumbre de dejar la tierra sin cultivar es común en todo el Oriente, y necesaria sin duda por la falta de abonos y del conocimiento de métodos apropiados para rotar cultivos».
No hay evidencia de que carecieran en tiempos antiguos de un conocimiento de abonos o rotación de cultivos; tal conocimiento es antiguo, aunque los hombres han descartado su conocimiento del mismo en muchas épocas. Rylaarsdam dice que «la función original de la costumbre es quizá religiosa, para apaciguar a los poderes espirituales que controlan la tierra y darles la oportunidad de restaurar su fertilidad».
Tales «interpretaciones» no son exégesis para nada, sino indicaciones de un sentido imperial de superioridad sobre nuestros antepasados que estaban más abajo en la escala evolucionista de la historia.
La ley dice:
Seis años sembrarás tu tierra, y recogerás su cosecha; mas el séptimo año la dejarás libre, para que coman los pobres de tu pueblo; y de lo que quedare comerán las bestias del campo; así harás con tu viña y con tu olivar (Éx 23: 10, 11).
Jehová habló a Moisés en el monte de Sinaí, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando hayáis entrado en la tierra que yo os doy, la tierra guardará reposo para Jehová. Seis años sembrarás tu tierra, y seis años podarás tu viña y recogerás sus frutos.
Pero el séptimo año la tierra tendrá descanso, reposo para Jehová; no sembrarás tu tierra, ni podarás tu viña. Lo que de suyo naciere en tu tierra segada, no lo segarás, y las uvas de tu viñedo no vendimiarás; año de reposo será para la tierra.
Mas el descanso de la tierra te dará para comer a ti, a tu siervo, a tu sierva, a tu criado, y a tu extranjero que morare contigo; y a tu animal, y a la bestia que hubiere en tu tierra, será todo el fruto de ella para comer (Lv 25: 1-7).
Y si dijereis: ¿Qué comeremos el séptimo año? He aquí no hemos de sembrar, ni hemos de recoger nuestros frutos; entonces yo os enviaré mi bendición el sexto año, y ella hará que haya fruto por tres años. Y sembraréis el año octavo, y comeréis del fruto añejo; hasta el año noveno, hasta que venga su fruto, comeréis del añejo (Lv 25: 20-22).
Estas leyes, se debe notar, no se observaron muy bien en mucho de la historia de Israel. Entre el éxodo y el cautiverio babilónico, se descuidaron 70 veces, y por consiguiente se impusieron 70 años de cautiverio para darle descanso a la tierra (2ª Cr 36:21). Esto quiere decir que más de la mitad de las veces, no se observó la ley.
Después del cautiverio se observó esta ley (pero se quebrantaron otras) y Tácito (Hist. 5: 4) comentó al respecto. Julio César perdonaba a los judíos los impuestos en el año séptimo en reconocimiento a su costumbre (Josefo, Ant. Jud. XIV, 10, 6). Sin embargo, según Oehler, no se observó el jubileo, sino solamente los años sabáticos.
No debía haber poda ni siembra en el año sabático, ni tampoco ningún esfuerzo por matar insectos o interferir con los procesos naturales del campo. El fruto debía permanecer en el campo, excepto por lo que los transeúntes, los criados o el dueño arrancaban para comer. No se permitía que se cosechara, sino solo comer. Esta prohibición de toda cosecha real o almacenaje de productos en el año sabático se indica con claridad en Levítico 25: 20.
Pero la ley tiene todavía más para decir en cuanto al sabbat de la tierra: el año del jubileo. Cada 50 años era el año del jubileo, inaugurado por el toque de la trompeta en el día de la expiación. Puesto que el año 49 era un año sabático, el año del jubileo marcaba dos años sabáticos seguidos:
Y contarás siete semanas de años, siete veces siete años, de modo que los días de las siete semanas de años vendrán a serte cuarenta y nueve años. Entonces harás tocar fuertemente la trompeta en el mes séptimo a los diez días del mes; el día de la expiación haréis tocar la trompeta por toda vuestra tierra.
Y santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores; ese año os será de jubileo, y volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su familia. El año cincuenta os será jubileo; no sembraréis, ni segaréis lo que naciere de suyo en la tierra, ni vendimiaréis sus viñedos, porque es jubileo; santo será a vosotros; el producto de la tierra comeréis (Lv 25: 8-12).
Micklem consideraba «muy» curioso que el jubileo, que no está seguro de que existiera, empezara en el día de la expiación. La respuesta aparece en las leyes que siguen de inmediato:
En este año de jubileo volveréis cada uno a vuestra posesión. Y cuando vendiereis algo a vuestro prójimo, o comprareis de mano de vuestro prójimo, no engañe ninguno a su hermano. Conforme al número de los años después del jubileo comprarás de tu prójimo; conforme al número de los años de los frutos te venderá él a ti.
Cuanto mayor fuere el número de los años, aumentarás el precio, y cuanto menor fuere el número, disminuirás el precio; porque según el número de las cosechas te venderá él. Y no engañe ninguno a su prójimo, sino temed a vuestro Dios; porque yo soy Jehová vuestro Dios (Lv 25: 13-17).
Para analizar esta legislación, es evidente, primero, que el propósito no es, como muchos aducen, «humanitario». Ciertamente, «los pobres de tu pueblo» comían del campo en el año sabático, pero podían recoger rebusco en los campos todos los años, así que no era necesario un año de sabbat especial para proveer para los pobres.
Intentar justificar el día o año de sabbat por razones aparte del mismo sabbat es negar que este sea un mandamiento separado, incorporando en sí mismo un aspecto particular de la justicia y ley de Dios. El propósito del sabbat es el sabbat, o sea, el descanso y liberación de redención y regeneración.
Segundo, en la expresión suprema en la legislación mosaica del principio del sabbat, el año del jubileo, el jubileo se empieza con el toque de la trompeta o cuerno de carnero en el día de la expiación. Micklem halló esto extraño, pero el comentario de Ginsburg indicó su significado con mucha claridad, en su comentario sobre Levítico 25: 9.
A la conclusión del gran día de expiación, cuando los hebreos se daban cuenta de que tenían paz mental, que el Padre celestial había anulado sus pecados, y que habían vuelto a unirse con Él mediante su misericordia perdonadora, se llamaba a todo israelita a que proclamara por toda la tierra, mediante los nueve toques de la trompeta, que Él también le había dado descanso al suelo, que había dejado libre toda propiedad enajenada de familia, y que había dado libertad a todo esclavo, quien ahora se había reunido con los suyos.

ASÍ COMO DIOS HABÍA PERDONADO SUS DEUDAS, ÉL TAMBIÉN DEBÍA PERDONAR A SUS DEUDORES.

El sabbat recordaba el sabbat de la creación. La institución del sabbat israelita recordaba la redención y regeneración de Israel. El objetivo del sabbat, como dice con claridad Hebreos 3, es la tierra prometida, la nueva creación en Jesucristo. El sabbat, por consiguiente, establece la restauración y restitución de todas las cosas en Cristo. En el año del jubileo, como en cada año sabático, las deudas se cancelaban.
El estatuto moderno de limitación del cobro de deudas es una adaptación de esta ley bíblica. En el año del jubileo también, las propiedades rurales de tierra volvían a sus dueños originales; a los esclavos se les daba la libertad, como también cada año sabático. El jubileo marcaba un festival de dos años en el cual el hombre del pacto saboreaba de antemano el gran sabbat de la nueva creación. Debido a que el jubileo empezaba al anochecer del día de la expiación, dejaba en claro el cimiento de la nueva creación, expiación por la sangre del Cordero del pacto.
La creación y la recreación eran, pues, básicas para el sabbat; el hombre reposa en la obra terminada de Dios de redención proclamada antes del tiempo. Por fe, el hombre, esperando la victoria final y regocijándose en la liberación presente, vive por fe en la suficiencia de Dios.
Tercero, la gran obra de restauración, el deshacer la obra de la caída, incluye también el suelo. Por este descanso, el suelo también se restaura y revitaliza.
Al permitir que el campo produzca hierbas, a las hierbas del campo se les da la oportunidad de sacar a la superficie minerales desde abajo y revitalizar el suelo. A los viñedos y árboles se les deja crecer con libertad, sin podar, y de nuevo renovar su vitalidad. El fruto que cae y se pudre contribuye de nuevo al suelo.
El valor del sabbat para regenerar el suelo es muy grande. Pero al hombre, como le falta la fe, prefiere hacer su propia obra en lugar de permitir que Dios obre, y prefiere su descanso propuesto en lugar del sabbat de Dios. Al método de Dios se le llama rudimentario, y se usan rociamientos modernos, abonos fabricados y otros artificios, y así se explota y se abusa continuamente del suelo. Al suelo se le trata como algo que la ciencia puede hacer y rehacer, o incluso prescindir del mismo.
Muy pocos científicos tratan al suelo con algún respeto. Notables excepciones son Sir Albert Howard: An Agricultural Testament; Friend Sykes: Modern Humus Farming; William A. Albrecht: Soil Fertility and Animal Health; Joseph A. Cocannouer: Weeds, Guardians of the Soil, and Water and the Cycle of Life.
Estos y otros escritores dejan en claro el abuso extenso del suelo, la función de microorganismos en el suelo, el valor del abono orgánico y de los árboles para regenerar el suelo, y mucho más. El valor de los animales salvajes y las aves en los ciclos de la vida de la tierra escasamente se ha tocado. La tierra sin duda se renueva con el reposo, o se explota implacablemente y a la postre se convierte en desierto. Muchas áreas en un tiempo pobladas son ahora desérticas, como lo atestiguan Babilonia y el Sahara.
Cuando Dios ordenó que Israel y Judá fueran al cautiverio, no fue para castigar al pueblo sino para restaurar la tierra. Con mucha claridad se nos dice que Judá fue al cautiverio «para que se cumpliese la palabra de Jehová por boca de Jeremías, hasta que la tierra hubo gozado de reposo; porque todo el tiempo de su asolamiento reposó, hasta que los setenta años fueron cumplidos» (2ª Cr 36: 21).
La profecía de Jeremías a la que se refiere está en Jeremías 25:9-12; y se le recuerda en Daniel 9: 2. El cautiverio fue en cumplimiento de la profecía de la ley respecto a violaciones de los sabbats:
Entonces la tierra gozará sus días de reposo, todos los días que esté asolada, mientras vosotros estéis en la tierra de vuestros enemigos; la tierra descansará entonces y gozará sus días de reposo (Lv 26:34)
Pero la tierra será abandonada por ellos, y gozará sus días de reposo, estando desierta a causa de ellos; y entonces se someterán al castigo de sus iniquidades; por cuanto menospreciaron mis ordenanzas, y su alma tuvo fastidio de mis estatutos (Lv 26:43).

ESTE SABBAT DE SETENTA AÑOS FUE MISERICORDIA DE DIOS PARA LA TIERRA Y PARA ISRAEL.

Después de la crucifixión de Cristo, no se ha extendido una misericordia así a la tierra, y su historia ha sido de continua erosión del suelo y de los hombres. La tierra y la gente muestran los efectos de la maldición. Aunque Israel entre el cautiverio y la crucifixión observó los sabbats de la tierra, en otros puntos menospreciaron a Dios, y crucificaron a su Hijo, así que la maldición cayó sobre ellos, y sobre la tierra por causa de ellos.
Sin duda, la renovación de la tierra es un aspecto básico del sabbat. La renovación de todas las cosas es básica para el sabbat, y la tierra es central en esta renovación.
Los hombres pueden ignorar los requisitos del sabbat de la tierra pero con peligro de castigo y muerte. La pena de muerte sigue operando en la historia, y las naciones que minan la tierra y usan sus recursos abusivamente están condenadas a morir. La lógica, entonces, es esta: si el desprecio del sabbat es tan serio con respecto a la tierra, ¿no es igualmente serio con respecto al hombre y la bestia?
Sabemos que los métodos modernos de criar aves, con iluminación de las jaulas las veinticuatro horas del día, alimentos «fortificados» químicamente para acelerar el crecimiento, y varios métodos que se usan para aumentar la producción de huevos, resultan en gallinas que ya no resultan lucrativas una vez que empiezan a perder las plumas. Las vacas lecheras tienen una vida de duración limitada ahora. No en balde el producto de tales animales ya no tiene el valor nutritivo que tenía antes.

CON RESPECTO A LOS HOMBRES, EL ESTRÉS CONTINUO LLEVA A LA MUERTE, SE NOS DICE.

La incapacidad del hombre para descansar, su falta de un verdadero sabbat, su falta de fe, conduce a una vida llena de estrés que acaba en la muerte. El estudio del estrés, desde una perspectiva no cristiana, lo hizo extensamente en años recientes el Dr. Selye.
El hombre necesita descanso; de verdad necesita el sabbat para vivir; pero, sin fe, no puede tener verdadero descanso, ni puede darles descanso a otros, ni al suelo, ni a la creación animal. Muy a menudo las sociedades paganas, en una escala limitada, han practicado excelentes normas en cuanto al suelo desde una perspectiva pragmática.
Pero la práctica, que es bien pragmática, no ha estado seguida de un procedimiento igual de sabio respecto a los animales. La mayoría de las veces, sus capacidades de pequeña escala les ha evitado la destrucción en gran escala.
Cuando el hombre destruye el suelo, contamina los alimentos y envenena el aire y el agua, dicta sentencia de muerte contra sí mismo. El alcance de la contaminación es muy grande, y se agrava por la confianza del hombre de que la «ciencia» puede de alguna manera hacerle frente mediante algún artilugio artificial.
La esencia del sabbat es la obra de restauración, la creación nueva de Dios; el objetivo del sabbat es el segundo descanso de la creación de Dios. Al hombre se le exige descansar y permitir que la tierra y los animales descansen, que la restauración de Dios pueda obrar, y la creación pueda ser revitalizada. Todo descanso de sabbat apunta a la nueva creación, la regeneración y restauración de todas las cosas. La obra de Dios de restauración es desde el suelo para arriba, y por consiguiente su sabbat también se debe aplicar al suelo.
Pero, cuarto, el sabbat no se puede reducir a conservación del suelo, como tampoco se puede reducir a humanitarismo. Es «reposo para Jehová tu Dios». Es una señal del pacto según la propia declaración de Dios:
Los saqué de la tierra de Egipto, y los traje al desierto, y les di mis estatutos, y les hice conocer mis decretos, por los cuales el hombre que los cumpliere vivirá. Y les di también mis días de reposo, para que fuesen por señal entre mí y ellos, para que supiesen que yo soy Jehová que los santifico. Mas se rebeló contra mí la casa de Israel en el desierto; no anduvieron en mis estatutos, y desecharon mis decretos, por los cuales el hombre que los cumpliere, vivirá; y mis días de reposo profanaron en gran manera; dije, por tanto, que derramaría sobre ellos mi ira en el desierto para exterminarlos (Ez 20: 10-13).
El sabbat deriva su significado esencial, así, del hecho de que atestigua un pacto esencial y que da vida entre Dios y el hombre. La fuente de esa vida es Dios, no la ley o el sabbat en y por sí mismo. Israel, después de cautiverio, observó el sabbat rígidamente, aplicándolo al hombre, la tierra y los animales, pero la forma no da vida. Negaron el sabbat al confiar en sus obras, y en su sangre (su descendencia de Abraham), y murieron en su ceguera. La observancia del sabbat no salvó a los que negaron y crucificaron al Señor del sabbat.
Los clérigos que limitan el significado del sabbat, o que piensan que se observa en la adoración y la inactividad, no tienen conocimiento de su significado.
Algunos fariseos debatían sobre lo desaconsejable de comer huevos, porque la gallina tal vez trabajó por ellos en el sabbat, pero no confiaban en Dios en cuanto a la salvación. Su énfasis en «no trabajar» era en sí mismo obra del hombre, una jactancia arrogante de su capacidad de cumplir la ley, y este mismo fariseísmo es evidente en algunas iglesias hoy.
El sabbat es vida para el hombre que busca la vida en el Señor, y permite que Dios obre mediante toda la creación como el gran re-Creador. Es más que una observancia externa, y no se puede unir con ninguna confianza humanística en las obras del hombre, ni en las del estado, como fuente del descanso y salvación del hombre.
Quinto, el perdón es un aspecto básico del sabbat. La gracia de Dios para la remisión de pecados es el pacto del sabbat del hombre. Quiere decir descanso, liberación de la carga del pecado y de la culpa. El Padre Nuestro, que mira hacia delante al gran sabbat («Venga tu reino»), tiene como petición central la liberación del jubileo: «Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores» (Mt 6: 12). Lenski tradujo esto: «Y cancela nuestras deudas como nosotros, también, cancelamos las de nuestros deudores».
La traducción «pecados» es buena, en que apunta más claramente a nuestros pecados; pero la palabra «deuda» tiene a menudo una connotación más amplia, como la tiene definitivamente aquí. Como Lenski observó: «Tan grandes son nuestras deudas a Dios que nunca podremos esperar pagárselas, y nuestra única esperanza es que Dios las perdone, como un regalo, por causa de Cristo».
El sabbat significa descanso, perdón, cancelación de deuda y fatiga. Significa vida fresca. Puesto que el no creyente es por naturaleza esclavo, no queda libre de deudas:

AL FINAL DE CADA SIETE AÑOS, PERDONARÁS LAS DEUDAS QUE OTROS TENGAN CONTIGO.

Se hará de esta manera: Cualquiera que le haya prestado dinero a otro israelita, le perdonará la deuda. No intentará que le pague, porque un tiempo de perdón de deudas ha sido anunciado en honor del Señor. Podrás hacer que el extranjero pague su deuda, pero debes perdonar todo lo que tu hermano te deba. De esa manera no habrá gente pobre contigo, porque el Señor te dará muchas bendiciones en la tierra que el Señor tu Dios te da. Será así solamente si obedeces al Señor tu Dios y si cumples cuidadosamente todos sus mandamientos que hoy te mando.
Cuando el Señor tu Dios te haya bendecido como lo prometió, les prestarás a muchas naciones, pero no necesitarás pedirles nada, dominarás a muchas naciones, pero ninguna te dominará a ti (Dt 15: 1-6,).
La meta de Dios es una sociedad libre de deudas que también es libre de pobreza, y esto es posible solo en términos de su ley.
El efecto de la ley del sabbat aquí es característico de la cristiandad. Como Clark notó:
Los estatutos modernos de limitación y actas de bancarrota cumplen el propósito de la ley antigua de la liberación sabática; los primeros prohibiendo que se ejecute acción contra una deuda después de un cierto número de años y la segunda permitiendo que el deudor entregue su propiedad en satisfacción de sus deudas.
Los estatutos modernos son por completo seculares e irreverentes en su intención, sin embargo, y, aunque se derivan de la ley del sabbat bíblico de liberación, son ajenos al espíritu de la misma. La liberación del sabbat confiere vida, pero, para los que están alienados de Dios, ni el sabbat ni su liberación puede tener su verdadero significado.

3. EL SABBAT Y EL TRABAJO

En su análisis «La idea del sabbat», Gustave Oehler observó, respecto a esto, que, primero, «el hombre, debe trabajar y descansar como Dios lo hizo; la vida humana debe ser una copia de la vida divina». El trabajo del pueblo de Dios es ser instrumental en la restauración del orden divino en la tierra.
Segundo, El trabajo de divino termina en descanso feliz; no es sino hasta que el Creador descansa satisfecho en la contemplación de sus obras que su creación misma está completa. Así, también, el trabajo humano no debe marchar en círculos inútiles, sino terminar en una armonía feliz de existencia.
El jubileo en parte destaca este aspecto del sabbat. Todavía más, debido a que «todo el curso de la historia humana no debe marchar en aterradora infinitud», debido a que su meta es una victoria gloriosa, nosotros también «debemos hallar una terminación en un orden armonioso y dado por Dios» que «está garantizado por el sabbat de la creación, y prefigurado por las temporadas sabáticas».
El sabbat de la creación, a diferencia de los seis días previos, no terminó con una noche. «El descanso divino del séptimo día de la creación, que no tiene noche, se cierne sobre el progreso del mundo, para que este pueda por fin absorberlo».
Trabajo y objetivo, esfuerzo y resultado, estos son los dos conceptos que son básicos a la idea del sabbat, según Oehler. El sabbat da propósito a la vida del hombre, en que hace el trabajo significativo y con propósito: lo liga a una consumación gozosa. El sabbat, notó Oehler, mira hacia atrás al descanso de la creación para su patrón y fe; mira hacia arriba a Dios en la seguridad de su gracia y victoria; mira hacia adelante a la consumación del gran sabbat.
El sentido pleno, sin embargo, de la idea del sabbat no se alcanza sino hasta que se toma en cuenta el dominio del pecado y de la muerte, que han entrado en el desarrollo de la humanidad. Fue después de que se impuso la maldición de Dios sobre la tierra, y se condenó al hombre a trabajar con el sudor de su frente al servicio de su existencia perecedera, que el deseo del descanso de Dios tomó forma de anhelo de redención (Gn 5: 29).
Israel, también, al sufrir bajo la opresión egipcia sin ningún intermedio refrescante, aprendió lo que es suspirar por descanso. Cuando su Dios les concedió períodos de descanso regulares, al sacarlos de la servidumbre, esta ordenanza se convirtió en una solemnidad de agradecimiento en recordación de la liberación que habían experimentado.
De aquí que se dice, en la segunda versión del Decálogo (Dt 5: 15): «Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo».
Este pasaje no está presentando, como a menudo se ha entendido, un motivo para la obligación especial de no impedir que los siervos descansen el séptimo día; ni, por otro lado, contiene, como también se ha afirmado, la razón objetiva de la santificación del sabbat, que es expresada, como ya se ha dicho, en la primera versión del Decálogo, Éx 20: 11; sino que se aplica a la observancia del sabbat, en particular esa consideración que es la instancia subjetiva más honda en cuanto al cumplimiento de toda la ley.
Lo íntimo que la recordación de la liberación de la esclavitud egipcia iba ligada con esta misma institución del sabbat es evidente en lo que, de según el testimonio de los autores romanos indicados arriba (Tácito, Hist. 5:4; Justino Hist 36. 2), conocían los paganos respecto al porqué de la celebración del sabbat.
Se ha llamado la atención al hecho de que la restauración es básica al concepto del sabbat. Pero la restauración claramente incluye trabajo. Como Oehler destacó, «un punto, importante en un aspecto ético, queda por notarse. El sabbat tiene su importancia solo como el séptimo día, precedido de seis días de trabajo.
Por tanto, es solo sobre el cimiento del trabajo precedente en nuestra vocación que el descanso del sabbat se debe llevar a cabo».
El sabbat es la señal de pacto de Dios con el hombre, y declara la gracia de Dios y la obra eficaz de Dios en la salvación, para que el hombre pueda descansar «sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano» (1ª Co 15: 58).
Se debe recordar que un aspecto importante de la cuarta palabra-ley es este: «Seis días trabajarás», o sea, seis días están dedicados al trabajo. Hay un mandamiento positivo a trabajar.
El mandato de la creación declaró al hombre: «Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los reptiles que se arrastran por el suelo» (Gn 1:28, NVI).

ESTE MANDATO FUE DICTADO ANTES DE LA CAÍDA.

Los deberes de fertilidad, trabajo y dominio fueron establecidos, así, antes de la caída; continuaron después de la caída, pero con un serio impedimento.
Sin la gracia regeneradora, el hombre no puede guardar la ley de Dios y desempeñar sus obligaciones. La obra del hombre redimido no es intentar crear un paraíso en la tierra, sino cumplir los requisitos de Dios dentro del reino. El hombre redimido es un ciudadano del reino de Dios, y se sujeta por sus leyes consiguientes: este es su trabajo, su obligación, y su senda al dominio. El hecho del sabbat presupone el hecho del trabajo.
La relación entre el sabbat y el trabajo es tal que pone todas las cosas en relación a Dios y en dedicación a Él. Nada puede estar fuera de Dios, ni se puede considerar que lo esté. No solo el hombre del pacto sino todo su trabajo debe circuncidarse en un sentido, o bautizado, en el reino. La costumbre de las primicias era un aspecto de esto. Pero otra ley afecta incluso más claramente el asunto:
Y cuando entréis en la tierra, y plantéis toda clase de árboles frutales, consideraréis como incircunciso lo primero de su fruto; tres años os será incircunciso; su fruto no se comerá. Y el cuarto año todo su fruto será consagrado en alabanzas a Jehová. Mas al quinto año comeréis el fruto de él, para que os haga crecer su fruto. Yo Jehová vuestro Dios (Lv 19: 23-25).
Esta ley es obvio que se liga con leyes previamente consideradas que tienen que ver con la conservación del suelo, la fertilidad de los árboles, y el respeto por la vida en toda la creación. Los comentarios de Ginsburg destacan este aspecto de manera excelente:
Los árboles que daban frutos inapropiados para comida humana, que crecían por sí mismos, o que se sembraban para cercas o leña, no caen bajo esta ley.
Se considerará incircunciso su fruto. Literalmente, entonces, circuncidarán la incircuncisión, su fruto, es decir, cortarán o cercenarán su incircuncisión, que el texto mismo explica como «su fruto». Este uso metafórico de la circuncisión lo explica el mismo texto: denota el fruto como descalificado o inapropiado.
En el cap. 26: 41 se usó la misma metáfora para el corazón obstinado y no listo para escuchar las amonestaciones divinas, y en otros pasajes de las Escrituras se usa con referencia a los labios (Éx 6: 12, 30) y los oídos (Jer 6: 10) que no desempeñan sus funciones propias.
Por los primeros tres años se debía arrancar el fruto y permitir que se pudriera en el suelo. En el cuarto año se podía comer si se redimía del dueño pagando su valor más una quinta parte: le pertenecía a Dios. En el quinto año se podía cosechar el fruto, y durante cinco años de allí en adelante, o hasta el próximo año sabático.
Esta ley tiene que ver con la preservación de la vida por el debido respeto a las condiciones de la vida; pero hay más, debido a que la palabra incircunciso se usa de manera deliberada y enfática. Quiere decir que la tierra en verdad está maldita por causa del hombre, debido a su pecado, y aparte de Dios todo el trabajo del hombre es fútil e incircunciso.
Respecto al fruto incircunciso, el comentario de Peake es una ilustración de lo absurdo de la incredulidad:
El punto es tal vez que durante los primeros tres años es tabú y se debe dejar tranquilo; tal vez originalmente se dejaba para los espíritus del campo.
Nótese que los primerizos tampoco se usaban hasta que tuvieran tres años.
Los árabes propician el espíritu con sangre cuando se ara por primera vez un pedazo de tierra.
Esta obra maestra de irrelevancia la atesora tanto la mente modernista que Natanael Micklem la perpetuó una generación más tarde citando a Peake en su propio comentario sobre Levítico 19: 23-25. Bonar, a quien ni Peake ni Micklem reconocerían como comentarista, desde que tomó en serio la ley de Dios observó: ¿No fue este precepto un memorial del árbol prohibido del paraíso? TODO FRUTAL DEBÍA DEJARSE SIN USO POR TRES AÑOS, COMO PRUEBA DE SU OBEDIENCIA.
Todo extraño veía en cada huerto y viña de Israel pruebas de su obediencia a su supremo Señor; eran testigos ante Él.
La conservación del suelo y la preservación de la fertilidad del árbol son importantes; subyacen en esto de la incircuncisión. La tierra es del Señor, y se debe usar en sus términos y bajo su ley. El sabbat no se guarda meramente por inactividad, ni puede ningún hombre gloriarse ante Dios absteniéndose de los huevos por los cuales la gallina trabajó en el sabbat.
El sabbat presupone trabajo, trabajo que cumple el mandato de la creación de Dios y se desempeña bajo la ley de Dios, y el sabbat es el reposo gozoso del ejercicio de este dominio santo. En el sabbat el hombre se regocija porque la tierra es del Señor, y en toda su plenitud (Sal 24:1).
En esa confianza el hombre reposa, y en ese gozo contempla la obra de sus manos, sabiendo que su «trabajo en el Señor no es en vano» (1ª Co 15: 58). En ese día, y en la temporada sabática, se abstiene del fruto y del árbol, no como de un árbol prohibido, porque el Señor, que ordena el trabajo a fin de que el hombre pueda ejercer dominio, también fija los límites en ese dominio.
El hombre sabe que su «trabajo en el Señor no es en vano» (1ª Co 15: 58) porque el soberano Dios hace que todas las cosas ayuden a bien, a los que conforme a su propósito son llamados (Ro 8: 28). El hombre del pacto reconoce, o está llamado a reconocer, que quebrantar la ley en un punto es romper toda la ley (Stg 2: 10), porque despreciar la ley en un punto es colocarse en posición de dioses en ese punto. El hecho de que Adán y Eva obedecieron en oíroslos demás puntos pero desobedecieron respecto a un árbol no les dio un saldo favorable ante Dios.
En ese punto revelaron un nuevo principio de operación: ser como dioses, sabiendo o determinando el bien y el mal por cuenta propia (Gn 3:5). Tanto el trabajo como el descanso deben ser para el Señor, y la presuposición de ellos debe ser la soberanía del Dios trino.

4. EL SABBAT Y LA AUTORIDAD

Hay una descripción del matrimonio en las Escrituras que a menudo recaba un gruñido de disensión de parte de las mujeres. Noemí, al planear el matrimonio de Rut, declaró: «Hija mía, ¿no he de buscar hogar para ti, para que te vaya bien?» (Rt 3:1).
La palabra que aquí se traduce hogar en hebreo es manaoj, lugar de descanso, o reposo, en tanto que el reposo que se refiere a cesación o sabbat en hebreo es shabaton.
Con todo, aunque hay una distinción importante entre las dos palabras, y el descanso del sabbat tiene una plenitud que falta en la otra, también hay una relación.
No sirve decir que el matrimonio era un reposo para Ruth porque, antes de eso estaba trabajando como espigadora. El reposo para Rut era que ella estaría en el matrimonio bajo el cuidado y autoridad de un hombre, incluso así como el reposo de un hombre es estar bajo Cristo, porque «Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer» (1ª Co 11: 3).
El verdadero reposo existe en el matrimonio en donde, a pesar del extenso trabajo que puede ser la suerte del esposo y esposa, cada uno está bajo autoridad y anda en la confianza de esa autoridad.
El pelo largo de la mujer y su cabeza cubierta es una señal de sumisión a la autoridad, y esa autoridad es «poder sobre su cabeza». Significa a la vez su sumisión a la autoridad y el poder y protección que esa autoridad le concede. Histórica y psicológicamente, la mujer sin protección es presa libre.
Las referencias al reposo, shabaton, (Éx 16: 23; 31: 15; 35: 2; Lv 16: 31; 23: 3, 32;  25: 4, 5), hablan de él como un reposo «santo», o un «reposo para Jehová», o «Santo a Jehová», y frases parecidas. Debido a que es una señal del pacto, el sabbat es una señal de sujeción a Dios, de aceptación de la autoridad de Dios en los términos de Dios. «Y les di también mis días de reposo, para que fuesen por señal entre mí y ellos, para que supiesen que yo soy Jehová que los santifico» (Ez 20:12).

LOS SABBATS ERAN COMO SIGUE:

1. Los sabbats semanales
2. Los sabbats de la luna nueva, Números 28:11-15, en los que no se prohibía el trabajo sino que se exigían sacrificios. Más tarde, según Amós 8:5, la cesación del trabajo se hizo costumbre, pero la ley original no lo exigía. Anteriormente, era un día de observancia de familia (1 S 20:5). También la Fiesta de las Trompetas, o del Año Nuevo, era un sabbat.
3. El año sabático y el año del jubileo (Éx 23: 10; Lv 25: 1-7; 25: 8-10; Dt 15: 1-11; 31: 10-13, etc.). Las deudas se podían contraer solo por un período de seis años; el séptimo año era un sabbat y año de liberación (Dt 15: 1-11).
4. La Pascua (Éx 12: 1-28, 43-49; 13: 3-9; 23: 15; Lv 23: 5; Nm 28: 16-25; Dt 16:1.).
5. La Fiesta de los Panes sin Levadura (siete días) (Éx 13:17).
6. La Fiesta de las Semanas (Pentecostés) celebrada siete semanas después de la Pascua (Lv 23:15ss.). Esta era una cosecha de agradecimiento, el 16 de nisán.
7. La Fiesta de los Tabernáculos, que se observaba por siete días, viviendo en cabañas hechas de ramas, recordaba la peregrinación del éxodo (Lv 23: 36, 42).

PONÍA FIN AL AÑO AGRÍCOLA CON REGOCIJO Y FIESTA.

Hay, pues, una amplia diferencia entre los sabbats. En el sabbat semanal no se podía ni siquiera encender fuego, y la comida había que cocinarla el día anterior.
Por otro lado, los sabbats de la luna nueva originalmente no pedían una cesación del trabajo, así que el reposo no es la esencia de todo sabbat; el regocijo y la fe lo son. Los demás sabbats eran en su mayor parte temporadas de festejos y celebración.

TODOS LOS SABBATS DEBÍAN SER UN DELEITE PARA EL PUEBLO DEL PACTO.

Para volver a la relación del sabbat a la autoridad, Ezequiel lo citó estrechamente relacionado a la vida santa, al hablar de los sacerdotes: «En los casos de pleito ellos estarán para juzgar; conforme a mis juicios juzgarán; y mis leyes y mis decretos guardarán en todas mis fiestas solemnes, y santificarán mis días de reposo» (Ez 44: 24). El reposo meramente externo del sabbat era importante, pero incluso un reposo más profundo y más básico era el reposo en la autoridad y la obra de Dios, y el deleite del hombre en eso.
El mandamiento no requiere una simple cesación de trabajo sino «Acuérdate. para santificarlo» (Éx 20:8). Tanto el trabajo como el reposo estaban bajo autoridad y separados o santificados al Señor. La santidad en sí misma implica autoridad; es separación y dedicación en términos de Dios.
De lo que antecede, tres cosas son evidentes. Primero, el reposo del sabbat viene del hecho de que el hombre del pacto está bajo autoridad. Segundo, el sabbat se guarda como un «sabbat a Jehová tu Dios» (Éx 20:10), como Bush lo tradujo, como una señal del pacto.
Tercero, el sabbat es santo para el Señor. Las tres cosas muestran claramente el hecho básico de la soberanía y autoridad de Dios, así que el sabbat debe establecer la autoridad y soberanía de Dios, o de lo contrario no es verdaderamente un sabbat.
En este punto, el desarrollo de la sinagoga y la adoración en la iglesia aparece como un desarrollo lógico del sabbat. Aunque no tuvo parte en el sabbat original, fue un desarrollo necesario y lógico. Estar bajo autoridad y reconocer la soberanía requiere conocimiento. Los levitas muy temprano llegaron a ser expositores de la ley, y las escuelas de los profetas eran centros de capacitación para un ministerio de enseñanza.
La sinagoga fue el resultado, y el concilio de Jerusalén pudo observar: «Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo» (Hch 15:21).
El crecimiento en el conocimiento de Dios y su palabra-ley es por tanto importante para la celebración del sabbat, y la evidencia del Nuevo Testamento es elocuente de este hecho. El sabbat cristiano por tanto se encamina al conocimiento como un aspecto importante del reposo del sabbat.
Por esto, un aspecto primero y central del sabbat cristiano es que es un día para la proclamación de la palabra de Dios, un día cuando se estudia su significado y se promueve el conocimiento de su aplicación. El gozo y el canto asociado con el sabbat se asocian con este conocimiento. El conocimiento de la salvación, y la confianza de la palabra ley divina, dan al pueblo del pacto un deleite y una certidumbre que se expresa en canto y alabanza.
Segundo, en tanto que el sabbat cristiano está ineludible y estrechamente ligado al sabbat de Israel, hay con todo una diferencia muy importante. Las palabras de San Pablo en Colosenses 2: 16, 17 indican con claridad que la antigua orden ha atravesado un cambio radical. Calvino comentaba sobre el pasaje de Colosenses: Juzgar quiere decir considerar a alguien culpable de un delito, o imponer un escrúpulo de conciencia, así que ya no somos libres.
Dice, por consiguiente, que no es prerrogativa de los hombres sujetarnos a la observancia de ritos que Cristo por su muerte ha abolido, y eximirnos de su yugo, para que no permitamos que nos encadenen por leyes que ellos han impuesto. Tácitamente, sin embargo, pone a Cristo en contraste con toda la humanidad, para que nadie se exalte tan atrevidamente como para intentar quitarnos lo que Él ha dado.
La razón por la que él liberta a los cristianos de la observancia de ellas es que eran sombras en un tiempo cuando Cristo estaba todavía, de cierta manera, ausente. Porque él contrasta las sombras con la revelación, y la ausencia con la manifestación. Los que, por consiguiente, todavía se adhieren a estas sombras, actúan como el que debe juzgar la apariencia de un hombre por su sombra, mientras tanto él mismo está personalmente ante sus ojos. Porque Cristo ahora se ha manifestado a nosotros, y por consiguiente le disfrutamos como estando presente. El cuerpo, dice, es de Cristo, es decir, En Cristo.
Lutero citó el antiguo sabbat «entre las ceremonias que fueron necesarias para el pueblo de Moisés pero libres para nosotros». El comentario de Calvino acerca de la ley trajo a enfoque la importancia de lo viejo y también del cambio a lo nuevo:
Y primero, Pablo lo enseña con claridad que esto fue un precepto ceremonial, y lo llama sombra de estas cosas, el cuerpo de lo cual es solo Cristo (Col 2: 17). Pero si el reposo externo no fue sino una ceremonia, la sustancia de lo cual se debe buscar en Cristo, se sigue que se debe considerar cómo Cristo exhibió lo que entonces prefiguraba; y esto el mismo apóstol lo declara cuando dice que «nuestro viejo hombre es crucificado con Cristo», y que estamos sepultados con él, para que su resurrección pueda ser para nosotros vida nueva (Ro 6:4).
Se debe deducir sin duda de muchos pasajes que la observancia del sabbat fue un asunto serio, puesto que Dios no inculca otro mandamiento con mayor frecuencia, ni con mayor rigor se requiere obediencia a cualquiera; y de nuevo cuando él se queja de que se lo menosprecia, y que los judíos han caído en extrema iniquidad, simplemente dice que sus «sabbat están contaminados», como si la religión principalmente consistiera en su observancia (Jer 17: 24; Ez 20: 21; 22: 8; 23: 38).
Todavía más, si no hubiera habido alguna excelencia extraordinaria en el sabbat, pudiera haber parecido que era un acto de injusticia atroz ordenar que se mate a un hombre por cortar leña ese día (Nm 15. 32). Por consiguiente, se debe concluir que la sustancia del sabbat, que Pablo declara que está en Cristo, no debe haber sido algo buen ordinaria.
Estas palabras de Calvino están en marcado contraste con la persecución salvaje adscrita a Calvino por los escritores anticristianos. La «severidad salvaje» de Calvino es un mito. Las leyes del domingo y otras legislaciones morales eran leyes medievales que estaban vigentes en Ginebra cuando Calvino no estaba allí, y las impusieron personas que a menudo se oponían fuertemente a Calvino.
Para volver al punto de Calvino, una ley que en un tiempo exigía la muerte incluía algo muy importante y desusadamente bueno. Cristo y nuestro reposo en él son ese gran bien. Como Calvino notó, «el sabbat se viola incluso por buenas obras, siempre que las consideremos como nuestras». La esencia del sabbat es nuestro reposo en Cristo, y nuestro crecimiento en el conocimiento de esa salvación por Su gracia.
El punto de diferencia entre el sabbat de Israel y el sabbat cristiano no es solo el día sino el fin de las antiguas restricciones. El primer día de la semana era un día hábil en Palestina y también en todo el Imperio Romano. La iglesia normalmente se reunía al anochecer del primer día, porque sus miembros trabajaban durante el día. En cierta ocasión, un miembro soñoliento se cayó de la ventana y murió (Hch 20: 7-12).
Obviamente, si trabajar en el día del Señor era todavía ilegal, el Nuevo Testamento tendría mucho que decir al respecto. La antigua ley claramente se alteró aquí. El deber ahora, como lo dice San Pablo, era «no [dejar] de congregarnos, como algunos tienen por costumbre» (He 10: 25).
Algunos, sin embargo, llamarían al trabajo de los primeros cristianos «trabajos de necesidad». En una cultura extraña, su trabajo era comparable en un sentido al trabajo forzado, trabajo de esclavos. Hay un buen caso de esto. Cuando se establecieron los estados cristianos, siguieron algunas formas de observancia obligatoria del sabbat.
Cuando las leyes del sabbat empezaron a resquebrajarse, la reacción fue angustiosa, como lo atestigua Roberto Murray McCheyne, en un famoso sermón del 18 de diciembre de 1841:
Queridos compatriotas, como siervo de Dios en este día nublado y oscuro, me siento obligado a levantar mi voz a favor del Día del Señor. El atrevido ataque que hacen ahora algunos de los directores de las Ferrovías de Edimburgo y Glasgow contra la ley de Dios y la paz de nuestro sabbat escocés, el movimiento blasfemo que ellos quieren proponer a los interesados el próximo febrero, y los perversos panfletos que ahora circulan por millares, llenos de toda clase de mentiras e impiedades, claman fuertemente por el testimonio sereno y deliberado de todos los ministros fieles y cristianos privados a favor del día santo de Dios.
En nombre de todo el pueblo de Dios en esta ciudad y en esta tierra, pido que consideren las siguientes razones para amar el Día del Señor.
McCheyne, nótese, con elocuencia dio entonces razones para «amar» el día del Señor. Si bien se oponía a los trenes el domingo, y lo llamaba quebrantar el sabbat, no pudo colocarlo por completo a nivel del Antiguo Testamento. El mundo, cada vez más con operaciones a toda hora de plantas de energía, transportes de alimentos y cosas parecidas, estaba haciendo insostenible el concepto de McCheyne del sabbat.
Pero el concepto moderno de no-sabbat es igualmente insostenible y destructor de la paz del hombre. El sabbat de Israel ha desaparecido, y sus leyes, pero el sabbat cristiano en efecto requiere un orden cristiano, y un aspecto de ese orden es el sabbat cristiano.
Pero, el sabbat es símbolo del pacto; no es una ley para un estado humanística, y no tiene significado para el mismo, ni este lo puede exigir. En un estado cristiano, nada se puede hacer que se parezca al sabbat de Israel. Debe ser un día de reposo, y de paz y quietud, pero el énfasis básico está en la autoridad de Dios, el conocimiento de Él, y reposo en su gobierno y salvación.
El cambio de énfasis del significado del sabbat para travesear en cuanto a regulaciones del sabbat por cierto no es honrar el sabbat. Las palabras de San Pablo en Colosenses 2: 16, 17 siguen siendo ciertas: si nadie debe juzgarnos respecto a los sabbat, nosotros tampoco debemos jugar a nadie.
Pero, tercero, los que son miembros del pacto, en lugar de ser jueces y legisladores sobre otros con respecto al sabbat, son más bien felices guardadores del día.
Para ellos es de veras un día de reposo, porque solo ellos son capaces de descansar de veras. Es para ellos un día cuando Dios obra en ellos por su palabra y su espíritu, a fin de que crezcan en gracia y en sabiduría, y en favor ante Dios a vista de los hombres.
El Salmo 1 indica la relación del hombre a la ley con toda claridad:
Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará.
No así los malos, que son como el tamo que arrebata el viento. Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio, Ni los pecadores en la congregación de los justos. Porque Jehová conoce el camino de los justos; mas la senda de los malos perecerá.
Es la vitalidad de la fe lo que se regocija en el sabbat, y florece debido al reposo del sabbat. Reposar en el Señor es aceptar su autoridad y confiar en Él.

5. EL SABBAT Y LA LEY

San Agustín habló de la meta de la historia como «el gran sabbat que no tiene noche». Él concluyó sus confesiones con una declaración sobre el significado del sabbat como la meta de la historia:
(XXXV). 50. Señor Dios, dadnos la paz puesto que todas las cosas nos habéis dado, la paz del descanso, la paz del sábado, la paz sin tarde. Pues ello es así que todo este orden hermosísimo de las cosas en extremo buenas, cumplidas sus medidas, ha de pasar: ha de tener, pues, mañana y tarde.
(XXXVI). 51. Mas el día séptimo es sin tarde y no tiene ocaso, porque Vos lo santificasteis para sempiterna permanencia; para que, lo mismo que Vos, después de vuestras obras sobre manera buenas, con todo y haberlas hecho en reposo, descansasteis el día séptimo, nos amoneste por adelantado vuestro Libro, que también nosotros, después de nuestras obras, por eso sobre manera buenas, porque Vos nos las otorgasteis, el sábado de la vida eterna descansaremos en Vos.
(XXXVII). 52. Porque también Vos reposaréis entonces en nosotros, así como ahora trabajáis en nosotros; y de tal manera aquel descanso será vuestro por nosotros, como ahora estas obras son vuestras por nosotros. Más Vos, Señor, siempre obráis y siempre reposáis. Ni veis por un tiempo, ni os movéis por un tiempo, ni reposáis por un tiempo; y, sin embargo, Vos hacéis que veamos en el tiempo, y el tiempo mismo, y el descanso después del tiempo.
(XXXVIII). 53. Nosotros, pues, vemos estas criaturas que Vos hicisteis porque son; mas, por-que Vos las veis, ellas son. Y nosotros por fuera vemos que son, y por dentro que son buenas; mas Vos, después de hechas, las veis en Vos mismo, donde visteis que habían de ser hechas. Y nosotros posteriormente nos sentimos movidos a hacer bien, después que nuestro corazón concibió del Espíritu vuestro; pero anteriormente nos movíamos a obrar mal abandonándoos a Vos. Más Vos, Dios solo bueno, nunca cesasteis de hacer el bien.
Y alguna de nuestras obras, justamente por dádiva vuestra, son buenas, pero no son eternas; después de ellas esperamos reposar en el gran día santificado por Vos (véase Gn 2, 3). Mas Vos, Bien, que no necesitáis de otro bien, siempre estáis en reposo, porque Vos mismo sois vuestro reposo. Y esto, ¿cuál de los hombres lo dará a entender a otro hombre? ¿Qué ángel a otro ángel? ¿Qué ángel al hombre? A Vos se ha de pedir, en Vos se ha de buscar, a vuestra puerta se ha de llamar. Así, así se recibirá, así se hallará, así se nos abrirá (Mt.7, 8). Amén.
Westcott habló del reposo del sabbat de Hebreos 4: 9 como «un reposo que cierra las múltiples formas de preparación y obra terrenal (el Hexamerón del esfuerzo humano); no un sabbat aislado sino una vida de sabbat.
El reposo del sabbat responde a la creación como su consumación apropiada». Wescott, citando a San Agustín, llamó entonces la atención a los comentarios rabínicos:
Los maestros judíos se empantanaron en el significado simbólico del sabbat como prefigura del «mundo venidero». Un pasaje citado por Schoettgen y otros se puede citar: «El pueblo de Israel decía: Señor del mundo entero, muéstranos el mundo por venir. Dios, bendito sea, respondía: Tal patrón está en el sabbat» (Jalk. Rub. p. 94, 4). En esta conexión la doble base que se da para la observancia del sabbat, el reposo de Dios (Éx 20: 11) y la liberación de Egipto (Dt 5: 15), halla su confirmación espiritual. El reposo final del hombre responde a la idea de la creación realizada después de la caída por la redención.
Este concepto del sabbat no solo es la enseñanza de los padres de la iglesia como Agustín y los rabinos, sino también de los comentaristas protestantes modernos.
Lenski, que señaló que «Dios descansó “de sus obras” (no su “trabajo”)», notó que fue el reposo ordenado eterno desde antes de la creación. Schneider notó además que este “reposo” no es una bendición anhelada que elimina toda actividad. Es más bien el “reposo activo” (Lutero) en el cual la iglesia perfeccionada adora y alaba a Dios».

HEBREOS 3 Y 4 SON EL CIMIENTO DE ESTA INTERPRETACIÓN DEL SABBAT.

Canaán, la Tierra Prometida, era una prefigura del verdadero sabbat, pero el verdadero sabbat no se podía identificar con ella. Más allá de todos los tipos, «queda un reposo para el pueblo de Dios» (He 4: 9), o, también se puede traducir, permanece un sabbat, o un reposo de sabbat, para el pueblo de Dios. Como Moulton notó en cuanto a Hebreos 4: 10, «el reposo del sabbat del hombre empieza cuando entra en el reposo de Dios (Gn 2:2); puesto que esa fue la meta de la obra creadora, para el pueblo de Dios este reposo es la meta de su vida de “trabajo”».
Ahora se pueden hacer ciertas observaciones generales respecto al sabbat. Primero, lo anterior deja en claro que el sabbat siempre ha tenido referencia al futuro.

EL PATRÓN DEL SABBAT ESTÁ EN EL PASADO, EL SABBAT DE LA CREACIÓN.

La entrada al sabbat también está en el pasado; para Israel, fue la redención de Egipto; para la iglesia, está en la resurrección. El cumplimiento del sabbat está en la nueva creación. El sabbat es un reposo presente, basado en eventos pasados, con una referencia y cumplimiento futuros.
Segundo, y estrechamente relacionado a la reverencia futura del sabbat, la ley de sabbat requería providencia, o sea, un pueblo providente. Debido a la naturaleza de corto plazo de la deuda, se podían contraer solo deudas de emergencia.
En cada siglo, dieciséis años eran sabbat, incluyendo dos años de jubileo. Aunque Dios prometió una cosecha abundante por fidelidad a su ley, era necesario que el hombre usara esa abundancia con providencia, o no podría vivir. La providencia en la administración quiere decir, claro, una perspectiva orientada al futuro.
En lugar de una economía orientada al pasado y centrada en el consumo, el sabbat producía una sociedad centrada en la producción, orientada al futuro, y consciente del reposo. Una sociedad providente puede reposar con paz y seguridad, y una sociedad productiva puede disfrutar del reposo.
Tercero, una sociedad orientada al sabbat da reposo mejor. Hace una generación, los ferroviarios en los Estados Unidos de América trabajaban siete días a la semana, diez horas al día, cada día del año. Por supuesto, tales condiciones de trabajo eran antibíblicas y, en términos de ley bíblica, criminales. Claro, los potentados ferroviarios eran en general hombres totalmente réprobos. Cuando el cuarto mandamiento decreta como ilegal negarle incluso a la tierra y a los animales domésticos su sabbat, ¿cuánto mucho más negarle el reposo al hombre? Y sin embargo, las horas más cortas de trabajo, las vacaciones pagadas, semanas de trabajo de cinco días de ocho horas, no les han dado a los hombres verdadero descanso.
El aumento de ataques cardíacos, úlceras y otras dolencias y enfermedades inducidas por el estrés dejan en claro que el cambio en las condiciones de trabajo no le ha servido de nada al hombre.
Porque el antiguo orden, impío como lo era, todavía estaba más cerca de la fe y orden cristianos, el hombre tenía una mayor capacidad para reposar que la que tiene el hombre a finales del siglo XX, a pesar de la iniquidad de las condiciones de trabajo. En una sociedad orientada al sabbat, el hombre providente que vive libre de deudas, halla reposo en Cristo y es capaz de trabajar y de relajarse tiene una paz y un gozo en la vida que una generación frenética no tiene.
Pero, cuarto, puesto que toda ley tiene referencia al futuro, y es en esencia un plan para el futuro, la ley del sabbat es un plan para el mundo del mañana. La ley bíblica procura eliminar el mal y abolir la pobreza y las deudas. La ley del sabbat tiene como propósito la re-creación del hombre, los animales, la tierra y la creación entera. El sabbat, pues, revela el diseño y la dirección de la ley: es una proclamación del futuro que la ley está estableciendo.
En fin, aunque Colosenses 2:16, 17 deja en claro que los formalismos de la observancia del Antiguo Testamento han terminado, la esencia de la ley sigue vigente y es básica a toda la ley bíblica.
El pensamiento que no es cristiano, cuando se orienta al futuro, enfrenta una doble penalidad. Primero, está atado al pasado. La revolución de los «derechos civiles», por ejemplo, tiene solo el sentido más vago de las cargas de responsabilidad que toda persona pensante en términos de realidad y del futuro debe tener.
Los revolucionarios de los «derechos civiles» hablan interminablemente de males pasados, no simples males reales o imaginarios de su propia experiencia, sino también de todos los males que ellos piensan que sus antepasados sufrieron. De manera similar, algunos hombres sindicalizados, cómo los indígenas estadounidenses, se empantanan interminablemente en la historia pasada antes que en la realidad presente.
Su incapacidad de vivir en el presente quiere decir una incapacidad radical de hacerle frente al futuro.
Segundo, el que no es cristiano, al enfrentar el futuro, en el mejor de los casos es utópico e irreal. Como señaló Mumford, «toda utopía era una sociedad cerrada para la prevención del crecimiento humano». Al hombre se le reduce al hombre económico y se le ve en términos de un externalismo que destruye al hombre.

El utopismo no solo presenta un cuadro ilusorio y peligroso del futuro, sino que también distorsiona y destruye el presente. El utopismo no le da al hombre ninguna ayuda mientras trabaja hacia el futuro; le da ilusiones que engendran solo sacrificio y trabajo innecesarios y no producen nada que no sea el caos social.